Porque mi patria es el mundo

martes, 5 de octubre de 2010

Ciudadano libre

¿Tomar una postura? Parece que hoy en día es obligatorio, ya sea por una tendencia política, una fidelidad religiosa, una opinión cualquiera.
Consecuencia.
A aquellos que a veces nos encontramos en puntos intermedios con ciertos tópicos no se nos da descanso, incluso hasta se nos considera amarillistas, faltos de caracter o débiles.
En mi caso, y con lo que me toca, es la discusión de si soy, o me siento (que viene a ser un poco lo mismo), chileno o peruano. O uno o lo otro, no los dos. ¿Por qué? porque dentro de los manejes culturales, en el nacionalismo y la fuerza que te arrastra a defender un solo punto de vista, ser chileno-peruano o peruano-chileno es incompatible.
Para poder hablar, criticar u opinar se debe ser, sin ambigüedades, perteneciente. En otras palabras y aterrizándolo: si eres chileno crtitica todo lo que quieras a Chile, si eres Peruano critica todo lo que quieras al Perú, pero si eres una mezcla no tienes ese derecho. Lo que queda es ser un mero observador.
Honestamente me siento mucho más chileno, lo llevo en la sangre y en mi pensamiento. Pero no puedo negar mi cariño, afecto y sangre por el Perú. Entonces ¿Qué hacer?
Soy un convencido de que la multiculturalidad es la fuerza que nos arrastra, ya sea aceptándola o en oposición a ella. Es una piedra que nos define y determina nuestro actuar. Por mi parte no apunto al nacionaliso, considero que es una forma de pensar dañina, que refugiarse en la intolerancia y en el desprecio del hermano simplemente porque nació en otra tierra o proviene de padres extranjeros es ruín y no produce ningún bien.
Los movimientos ultra derechistas cada vez obtienen más fuerza, se ve en Europa con políticas anti migratorias y xenofóbicas, pero al mismo tiempo movimientos de izquierda van resurgiendo en Latinoamérica con una fuerza que llega a sorprender, la elección presidencial de Brasil es claro ejemplo de ello, por solo mencionar un caso.
Así todo se reduce a si estás con nostros o en contra. Parece que no se podrá nunca arrancar de raíz tal mal.
Pero siempre tengo esta pregunta en mi cabeza: ¿Qué daño le hago al mundo al pensarme como un ciudadano libre, no amarrado a dogmas y pensamientos totalitaristas y absolutistas?
¿Soy mi pasaporte? ¿Soy blanco o negro?
O soy simplemente esta carne, huesos y sangre.
Mi consecuencia es ser gris en ver en mi y en los de al lado la gran gama de grises que existen.

El Desterrado de Enrique Díez-Canedo

Todo lo llevas contigo,
tú, que nada tienes.
Lo que no te han de quitar
los reveses
porque es tuyo y sólo tuyo,
porque es íntimo y perenne,
y es raíz, es tallo, es hoja,
flor y fruto, aroma y jugo,
todo a la vez, para siempre.
No es recuerdo que subsiste
ni anhelo que permanece;
no es imagen que perdura,
ni ficción, ni sombra. En este
sentir tuyo y sólo tuyo,
nada se pierde:
lo pasado y lo abolido,
se halla, vivo y presente,
se hace materia en tu cuerpo,
carne en tu carne se vuelve,
carne de la carne tuya,
ser del ser que eres,
uno y todos entre tantos
que fueron, y son, y vienen,
hecho de patria y de ausencia,
tiempo eterno y hora breve,
de nativa desnudez
y adquiridos bienes.
De aquellos imperturbables
amaneceres
en que la luz de tu estancia
se adueñaba tenue
pintando vidrios y cuadros,
libros y muebles;
de aquellos días de afanes
o placeres,
de vacilación o estudio,
de tenso querer, de inerte
voluntad; de cuantos hilos
tu vida tejen,
no hay una urdimbre quebrada
ni un matiz más débil. ..
Nadie podrá desterrarte
de estos continentes
que son carne y tierra tuya:
don sin trueque,
conquista sin despojo,
prenda de vida sin muerte.
Nadie podrá desterrarte;
tierra fuiste, tierra fértil,
y serás tierra, y más tierra
cuando te entierren.
No desterrado, enterrado
serás tierra, polvo y germen.

viernes, 24 de septiembre de 2010

- sin nombre -

Dónde te escondes esta mañana que no tiene agua, calor, beso, sol.
Dónde
y para qué
si no eres más que esta tierra vacía en un tiempo muerto.
Porque no eres
[Si soy... ya qusieras]
El espacio que llenas, ni la letra que dejas.
Eres tu carne y lo que contiene,
no tu lengua, ni tu cama.
Eres la cama donde caigas.

sábado, 12 de junio de 2010

Desconcertate... y ya no tanto.

Curioso. No, admitir las cosas como son: ha sido desconcertante.


Regresé a Lima luego de un par de semanas de estar en Santiago. El motivo de mi viaje es secundario para explicar lo que en un minuto pasaré a relatar, pero si tienes curiosidad te cuento que viajé por el cumpleaños 50 de mi vieja (correspondía un viaje a Chile); con lo cual aproveché de ver a amigos, recorrer las calles de Santiago que conosco tan bien y realizar trámites aburridos.

Volví hace una semana... ¿Una semana? Se siente cómo si fuera mucho más. Caí de vuelta a la vorágine del trabajo, a la rutina que la acompaña, a ver a Adriana con ilusión, a reencontrarme con Eliana y Vanessa. A retomar mi vida. Mi vida.

Eso es lo que me ha desconcertado. Hasta ahora me sentía aun como un extraño en esta ciudad, pese a que es mía en principio. Luchando todos los días por dejar una huella que pueda reconocer al ver la vista atrás. Si antes me sentía partido entre dos naciones, incluso extranjero donde mis pies estaban, ahora no.

Quiero ser coherente, explicar de manera lógica y ordenada el cúmulo de sensaciones y reflexiones que he estado experimentando estos últimos días de manera inconsciente, y que ahora me detengo a transcribir.

No sé bien por dónde partir, quizás lo más fácil es decir que me pasó en Santiago, con lo cual se puede entender lo que me pasa ahora.

Santiago estaba como siempre, y con ello me refiero a que lo sentí como lo estaba sintiendo el último tiempo antes de migrar. Agobiante, a veces incómodo. Ver a los amigos fue fabuloso, abrazar a mi vieja y hermano realmente maravilloso, recorrer mis calles y barrios nostálgico. Pero aun así el aire me oprimía. Sentía que no estaba donde debía estar. Soy de ahí, pero no quiero estar allí. Extraño Chile, pero no es hora de abrazarlo con ganas nuevamente. No. Necesitaba regresar a Lima. Dos semanas fueron más que suficiente.

Y Lima, la caótica, la desordenada, sucia y ansiosa, me esperaba con los brazos abiertos. Volver a mi departamente, a dormir en mi cama, a ahogarme con la humedad, a escuchar los bocinazos permanentes. A bañarme con la ducha sin presión, a descubrir que la llave de agua del lavamanos de mi baño estaba roto, a barrer, limpiar, lavar, ensuciar. A negociar con el taxista, a pelear con el cobrador, a romperme el cuello en las combis. A tomar un chilcano, una pilsen, un desatornillador con jugo de caja. A comer una vez al día, pero comer como se debe esa única vez.

Lima. Dónde me siento yo, ahora, en este instante, en este respiro, en este otro suspiro.

Lima y otra vez Lima.

¿Qué es lo desconcertante? Que he dado vuelta a la página, que el futuro se abre ahora realmente como un camino amplio y esperanzador.

Soy el chileno-peruano, el peruano-chileno. El que habita la frontera.

Si, me puse algo huachafo escribiendo así. Dadme esa licencia.

Me siento por fin realmente cómodo. Esto se debe a mérito propios, y por la gente linda que me ha ayudado en esta transición. Gracias Eli, Vane. Gracias Adriana.



jueves, 13 de mayo de 2010

Onomatopeyas

Recursos siempre útil y la más de las veces no apreciado u objeto de burlas. Las onomatopeyas tienden puentes comunicacionales que muchas veces las palabras no consiguen. En una serie de ruiditos de los más simples se puden concentrar ideas grandes, complejas, iluminadoras, etc.

Casos tenemos varios: bzzzzz, oink oink, miau, beee, mu. Siempre útiles y lúdicos para los niños, a los cuales la identificación a través de sonidos hace el aprendizaje temprano más significativo.

Distinta es la situación cuando estás en lugares, ya de adulto, que no hablan tu idioma, o que aun haciéndolo no te puede comunicar fluidamente sin generar confusión. En estas situaciones de dificultades comunicativas las onomatopeyas son salvadores.

Pero yo me refiero al gusto por la onomatopeya, el placer de poder expresarte universalmente con un sonido sin sentido, sin lógica, pero que aun así es entendible por todos. El gusto de poder decir shuuummmm cuando quiero señalar velocidad, cush cush para pedir un cuchillo, bbrbrbrbrbrbbrbr para el taladro, y así un sin fin de expresiones nacidas del juego de la lengua con el paladar y dientes, en un espacio confinado.

Un lector atento se habrá percatado que toda onomatopeya está coja sin su correspondiente comunicación no verbal, ya sea de posición corporal, movimiento de manos y brazos, expresión facial. Esto no hace más que enriquecer toda la situación comunicativa.

Soy una persona agradecida de las onomatopeyas, me ayudan permanentemente a conseguir lo que busco.

lunes, 26 de abril de 2010

Enfermo

Enfermar en el extranjero... ¿Hay algo más desolador? Caí enfermo el otro día, con un malestar que me aqueja regularmente todos los años por esta época: amigdalitis. Fiebre, cansancio físico generalizado, dolor de cabeza, dolor de gargante, en fin, una serie de síntomas que están lejos de ser soporables. Si ya el hecho de caer enfermo me descompone anímicamente, estarlo lejos del cuidado al que uno está acostumbrado es más jodido.

Hay ciertos códigos que uno maneja cuando una enfermedad azota, cierta red que uno tiene a su alcance para enfrentarla, ya sea la familia, un hospital o consulta determinada, la farmacia que uno conoce de más tiempo, la receta guardada para estos casos, el doctor amigo. Pero cuando nos encontramos en esta misma situación en un país ajeno, al que recién uno se va acostumbrando, siendo domesticados por las fuerzas sociales inherentes de todos los días; cuando nos encontramos en esa situación la desesperanza la sensación de abandono es imposible de evitar.

Por suerte tengo amigos en esta parte del mundo, los cuales me ayudaron y consiguieron remedios y comida apropiada para sobrellevar tan difícil situación. Incluso Adriana me cuidó un poco un día. Pero hubo un día que lo pasé todo el día en cama, con fiebre, sintíendome fatal, tenía que hacermelo todo yo. Cocinar, prepararme jugo, te, etc. Puede sonar de un engreimiento absoluto, pero cuando uno está enfermo siempre debería tener alguien al lado que mime. Debería ser un derecho humano.

Ya pasó lo peor y me siento mucho mejor, de vuelta al trabajo y a las obligaciones normales de cualquier persona sana. Solamente hablar poco y seguir con el tratamiento.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Acento

El acento variable es mi herramienta de superviviencia, sin él estaría varado, sin defensa ante los ataques indiscriminados del nativo nacionalista, el discriminador, o el ignorante -que siempre es el peor de todos-, a sus burlas, a sus desprecios, a sus intentos de estafarme. Cambiar el tono, la melodía, el cantado, las expresiones que utilizar, adecuar las cuerdas vocales al decibel preciso, no son hechos de siutiquería o huachafería, no quieren decir que me crea superior o reniegue de mi propio acento o cualquier cosa que se te pueda pasar por la cabeza. Es, repito, un hecho de supervivencia; del cual no me había dado cuenta hasta ahora que activo al viajar de un lugar a otro.
Ser parte de algo nuevo no es fácil, ser parte de un nuevo país, con cultura, idiosincracia, sistemas y preceptos distintos al propio es, si es posible, menos fácil aún. Experiencialmente lo he comprobado. Es así como mi forma de interactuar con el mundo circundante varía en gran medida según que mundo sea este. Que se entienda, no soy yo el que cambia, es mi forma de hablar sencillamente, y la de utilizar ciertas palabras y expresiones en vez de otras.
En estos días que llevo viviendo en Lima me he dado cuenta de esto. Llegué con la intensión de defender mi acento chileno lo más posible, en conocimiento de que tiendo a adaptar el acento peruano, en concreto limeño, rápidamente. Ha sido una tarea que me ha costado levemente, aun siento mi acento chileno marcado, pese a que a veces se me escapan expresiones y el cantadito limeño involuntariamente. Pero a esta terea de preservar mi chilenismo renuncio más de una vez al día. Cada vez que me subo a una combi, negocio el cobre de un taxi, pregunto por el valor de algo que veo y me interesa, trato de utilizar mi peruanismo, a veces inconcientemente.
¿Dónde queda mi pertenencia? ¿En mi acento? ¿En mis expresiones? Si fuese así sería un ser distinto en cada uso horario.
Gran herramienta mi capacidad de adaptarme, creo yo, fácilmente a un nuevo tipo de castellano. Me gusta.

jueves, 18 de marzo de 2010

Poema Transterrado de Alfredo Lavergne

Como me siento lejos de donde estoy
O porque me empujan hacia donde no iré
Camino
Y con un hábil golpe del lápiz
Que resume las imágenes Que lleva de viaje
Subo al tren.
Me devuelvo donde no deben ignorarme
Retorno porque lo anterior va conmigo
Regreso a mi ciudad y llego a otra.

Soy un transterrado de ida y vuelta

Soy parte de la tierra que piso, me pertenece, al hoyarla firmo mi presencia en sus venas y traspaso mi pasado en un solo instante a su presente. Soy un permanente empatriado, un transterrado. Recorro mis países en una permanente continuidad cultural, en cada lugar me encuentro, en todo sitio me autodefino, porque ciudadano hispanohablante me siento.

Nací aquí, en Perú, en la ciudad costeña de Lima hace veintisiete años. Del encuentro cultural entre dos naciones. Transterrado fui desde mi concepción, porque ¿Cómo no sentir en el fondo ser parte de ambas naciones?

El término lo acuñó José Gaos (1900-1969), español después de sufrir el exilio en México por causa de la Guerra Civil Española. Definió el término luego de que para su sorpresa no sintiera que se encontrara en otro país, sino por el contrario experimento una continuidad cultural y lingüística que le permitía, como a sus compatriotas que llegaron en la misma circunstancia, continuar con sus obras realizadas en España. Así México es una extensión de su país, y no algo ajeno. Empatriados se denominaron, al trasladar el sentido de patria a otro terreno, con lo cual no hay sentimiento de destierro.

Conocí el concepto cuando conocí la misma realidad que vivió José Gaos, pero con los españoles que llegaron a Chile, y como estos, al igual que sus pares en México, no sintieron que fueran extranjeros en su nueva patria.

Hice mio el concepto cuando me di cuenta que yo también soy un transterrado, de ida y vuelta, de un lugar a otro, porque no importa donde esté mi país es la gente que quiero, soy yo, eres tú.

martes, 16 de marzo de 2010

El Tayta

Llego a esta ciudad, que hace tantos años fue mia, a medianoche, y una humedad asesina me azota los pulmones. La ropa se me pega al cuerpo produciendo una creciente incomodidad que no logro aminorar por ningún medio, intento no pensar en ello. No recordaba que Lima fuese así de húmeda; con el tiempo descubriré que no recordaba mucho de bastantes cosas sobre esta ciudad.

Siempre separado entre dos tierras he estado, esgrimado amores, enamorando pasiones y recuerdos. Allá, en Santiago, existía fluidamente. Era parte de la ciudad como ella era parte mia, nos conocíamos múltiples secretos, encontrábamos espacios en común que nos pertenecían celosamente, invitaba a terceros a recorrer las calles de mi vida. Ciudad grande, alta, seca y reservada, ni muy engreida ni muy humilde. Santiago me vió crecer, convertirme en un adulto, aceptó mi sangre en sus raíces y yo su sufrimiento callado. Pero así como Santiago, la linda Santiago, conquistó su terreno, Lima nunca dejó de defender el suyo. Si bien éste se fue desfigurando y mitificando con el paso de los años, sus recuerdos sellados permanecieron ciegos, sordos e indiferentes a mis otros amores. Estóica, agerrida, imperturbable. Afortunadamente nunca se miraron con recelo, cohexistiendo armoniosamente en mi.

Dos grandes ciudades, dos grandes mujeres, una madre, otra amante.

Cansado, con hambre y ahogado por el clima llego al departamento. Un lugar privilegiado. Céntrico y cómodo, con una vista envidiable. Pero prefiero pasar tantas virtudes por arriba, al final esta será mi morada por tan solo un par de semanas.

Me apoyo en el balcón y prendo un cigarrillo. Ya estás acá, pienso, lo lograste.


Caigo en el Tayta, El Tayta para ser precisos, luego de unos pocos días de llegar a esta ciudad y no puedo evitar pensar en mi viejo. Oriundo de esta tierra costeña y ahora tan lejano a ella no solo física sino espiritualmente. El bar es pequeño, en segundo piso al frente de la municipalidad de Miraflores, toca Vinchenzo con un par de chicos más. Estoy acompañado. Mi viejo abandonó esta ciudad, este país, hace ya muchos años, lo que llevó a que mi mamá, mi hermano y yo emigraramos a tierras chilenas, lugar natal de mi viejita. Mi viejo se fue y ahora yo regreso en una especie de reconquista aplazada, pero no en su nombre, sino en el mio, un compromiso que tenía olvidado y que renació volcánicamente hace no mucho tiempo. El Tayta es el bar y denso está el aire por el humo de tantos cigarros, tengo un vaso de Cuba Libre en mi mano. La vida está llena de gestos y en ese momento realizo el mio. La música cesa, por un breve tiempo se hace silencio y arrojo mi vaso contra la pared de las escaleras antes que el bullicio retome su cadencia ascendente. Hernán, mi viejo, a quien sabe cuantos kilómetros de distancia está se encuentra probablemente pronto a levantarse. Al lado mio unos ojos que reflejan como espejos mi pelo alborotado me miran sin entender un carajo.


Lima está calando poco a poco en mi. Cada día que pasa mi peruanismo comienza a rescatar extremidades perdidas. No me es dificil comprender ciertas lógicas y patrones sociales, aunque no las comparta ya. Tampoco representa un desafío ubicarme geográficamente, ni acomodarme a la locura idiosincrática limeña, aunque siempre termina por irritarme levemente, que se le va a hacer, no me puedo quitar mi formación chilena. Pero como toda buena amante Lima me trata con cariño, me mima, me engríe, me seduce.

Quien sabe mañana si despierte transpirado.